Archivo de la etiqueta: Biblliotecas públicas

La desaparición de las bibliotecas y sus profesionales

De manera recurrente aparecen artículos que, como el publicado por Universia en junio pasado, pronostican la desaparición de determinadas profesiones y oficios, que se extinguen, según los ‘gurús’ de la predicción económica, bien por la competencia de la tecnología, que reduciría o eliminaría el trabajo humano, bien porque las tareas que ejercen determinadas profesiones pasarían a realizarlas directamente los usuarios (gracias también a la tecnología), que podrían así prescindir totalmente de los servicios que anteriormente necesitaban.

La última previsión que he tenido ocasión de leer sobre los «5 empleos que desaparecerán en 10 años» me ha llegado al corazón. Es la que publica un medio online que, sin citar fuente alguna, afirma:

La tecnología está reemplazando la necesidad de libros físicos y cada vez son más las escuelas que están digitalizando sus bibliotecas. Por esta razón, se espera que, en diez años, la necesidad de tener bibliotecarios simplemente vaya desapareciendo.

En el plano personal, podría consolarme pensando que, tras más de 30 años de profesión, la desaparición de mi gremio, que existe, según parece, desde el año 2600 a.C., me pille ya jubilado, o casi. Pero es que llevo más de la mitad de mi vida laboral leyendo y escuchando augurios acerca de la desaparición de los libros en papel, con la consiguiente desaparición de los edificios que los albergan. Y si no hay libros ni edificios, ¿para qué queremos personal bibliotecario?

Mi admirado Julián Marquina ya respondió en su momento, y de manera muy acertada, al artículo de Universia donde se auguraba que «el futuro de los bibliotecarios no pinta demasiado bien«. En mi opinión, quienes escriben este tipo de artículos apocalípticos sobre las bibliotecas y su extinción quizá sepan algo de economía, o de tecnología, o de alguna otra disciplina, pero desconocen lo que son y lo que hacen las bibliotecas en 2020, ignoran sus proyectos y realidades, y ni se imaginan los servicios y recursos que gestionan y ofrecen sus profesionales a todo tipo de usuarios, desde la infancia a la vejez, desde el colegio a la universidad, desde el hospital al centro penitenciario.

En general, el argumento es el siguiente: los libros en formato impreso van a desaparecer y todo lo que se necesita está en Internet, luego desaparecerán las bibliotecas y los bibliotecarios. La verdad es que es un argumento sencillo, fácil de ‘comprar’, lo entiende cualquiera, incluso quien no haya pisado nunca una biblioteca o haga décadas que no visita ninguna, presencial o virtualmente. Pero bueno, pudiera ser que el argumento tenga alguna base, no hemos de dejar de críticos y cuestionar nuestras certezas.

Será que los libros digitales no se catalogan, ni se prestan, y además llegan solos a los servidores, y automáticamente se pueden leer en el ordenador o dispositivo del usuario. De hecho, no hace falta seleccionarlos, negociar con proveedores su compra o su suscripción. Tampoco, obviamente, se revisa, analiza ni evalúa el uso de los libros y revistas en formato digital, ni se elaboran informes para optimizar su uso, procurando adecuar los recursos a las necesidades.

Será que no hay miles de suscripciones a revistas electrónicas gestionadas por las bibliotecas, ni tampoco existen bases de datos generales, interdisciplinares y especializadas, nacionales e internacionales, que facilitan información y documentos a los usuarios. Naturalmente, esas suscripciones a revistas y bases de datos no requieren ningún tipo de proceso técnico, ni seguimiento, y la tramitación anual de sus renovaciones se hacen solas.

Otro motivo para la desaparición del personal bibliotecario podría ser que, como todo el mundo sabe (especialmente progenitores, profesorado y bibliotecarios), la generación milenial es ‘nativa digital’ , así que desde la más temprana adolescencia las chicas y chicos saben distinguir entre información veraz y falsa y cuentan con competencias informacionales y mediáticas suficientes para encontrar los documentos que necesitan, buscando con eficacia entre millones de registros disponibles, por lo que no es preciso realizar ningún tipo de acción formativa al respecto. Por descontado, manejan todo tipo de herramientas ofimáticas y saben, por ciencia infusa, redactar correctamente sus trabajos e incluir las citas y referencias bibliográficas que han utilizado.

Lógicamente, nadie usa las salas de estudio, de consulta y de trabajo en grupo que ofrecen las bibliotecas. Tampoco es preciso ningún personal para poner en marcha clubes de lectura (presenciales o virtuales), talleres de lecto-escritura, experiencias lúdicas o actividades  culturales y sociales abiertas a todos.

Definitivamente, parece que no se necesita personal bibliotecario para nada de esto.

Tampoco para dinamizar bibliotecas infantiles y escolares, ni para ayudar a los investigadores y académicos en la recogida y análisis de datos, gestionar repositorios para el acceso abierto e impulsar los recursos educativos abiertos o colaborar en la recopilación y evaluación de las  evidencias de la calidad de los trabajos científicos.

Por otra parte, como es sabido, los metadatos nacen de la tierra, si bien algunos caen del cielo. Los sistemas de gestión bibliotecaria y los ‘servicios de descubrimiento‘ se autogestionan y solucionan sus incidencias sin intervención humana. También la gestión de los materiales impresos que hay en las bibliotecas (sí, créanme, sigue habiendo un alto porcentaje de información disponible en papel) se hace mediante una formula mágica en la que para nada participan las personas.

La respuesta a los mensajes recibidos en las bibliotecas a través de Whatsapp, Twitter, Facebook y otras redes sociales los responde una máquina, que es la misma que selecciona el libro del que se hace la reseña, que no escribe nadie, en el blog de la biblioteca.

Por último, como es público y notorio, a cada barrio, pueblo y aldea llega la conexión a internet de más alta velocidad   y la telefonía 4G (bueno, ya mismo la 5G) está al alcance de cualquiera que, además, sabrá manejar dicha tecnología. 

Como hemos visto, el acceso efectivo a la cultura, la producción científica, la información y el entretenimiento están asegurados, y la totalidad de la población cuenta con competencias suficientes para ello, por lo que las bibliotecas y sus profesionales tienen los días contados… desde el 2600 a.C.